Primero debemos entender que la electricidad siempre ha
existido (es parte de la naturaleza que
nos rodea), el hombre
sólo la ha descubierto. Esta electricidad natural se
denomina "electricidad estática".
LLas primeras noticias del descubrimiento de la
electricidad se remontan al siglo VII a. . cuando Tales de Mileto
(640-548 a. C.), de los Siete Grandes Sabios de la antigua
Grecia,
descubrió que al frotar un trozo de ámbar (resina
fosilizada) con un paño, éste empezaba a atraer
pequeñas partículas como hojas secas, plumas e
hilos de . Tales de Mileto creyó que esto se
producía debido a un "espíritu" que se encontraba
dentro del ámbar, al cual llamó elecktron y de ello
se deriva la palabra electricidad.
A pesar de estos primeros estudios, ni la
civilización Griega en su apogeo, ni Roma en su
esplendor, ni el mundo feudal europeo contribuyeron de manera
significativa a la comprensión de la electricidad y del
magnetismo, ni
de la interactividad de ambos (llamado electromagnetismo). Durante toda la edad media
la ciencia
cayó en una época oscura en la cual las creencias
religiosas "la amordazaron de pies y manos".
Con el Renacimiento
se produjo en Europa un
cambio
importante y las ciencias
tomaron un nuevo impulso. En 1600, Guillermo Gilbert,
médico de la reina Elizabeth, realizó
rudimentarios experimentos, los
que se convertirían en los antecedentes de la energía
eléctrica (de la forma que conocemos a la electricidad
actualmente). Gilbert publicó en latín un tratado
titulado "De Magnete", sobre el magnetismo y las propiedades de
atracción del ámbar. Se sumó a esto las
observaciones del jesuita italiano Niccolo Cabeo, en 1629, quien
determinó que los cuerpos cargados previamente por
frotación, unas veces se atraían y otras se
repelían.
Otto Von Guericke, de Magdeburgo (inventor de la
máquina neumática) construyó en 1660, la
primera máquina que generó una carga
eléctrica. Esta máquina era una gran bola de azufre
atravesada de parte a parte por una varilla montada sobre dos
ranuras, formando un eje. Con ayuda de una manivela y de una
se le imprimía un rápido movimiento de
rotación, las manos aplicadas contra la bola
producían una carga mucho mayor que el frotamiento
ordinario. Van de Graff mejoró esta máquina
electrostática tal como la conocemos
actualmente, llegando a generar grandes cantidades de
electricidad.
En 1707 Francis Hawkesbee construyó en Inglaterra una
nueva máquina eléctrica de fricción
perfeccionada: un globo de vidrio
sustituía a la bola de azufre. Durante uno de sus
experimentos, un tubo que contenía un poco de mercurio
recibió una carga de la máquina eléctrica y
produjo un chispazo que iluminó la habitación
(producto de
este descubrimiento son las lámparas de vapor de
mercurio).
Sin embargo, aún los conocimientos sobre la
electricidad no pasaban de fenómenos de laboratorio.
El distinguido hombre de
ciencias francés Carlos Dufay creyó haber
descubierto en 1733 dos clases distintas de electricidad e hizo
notar que los objetos cargados con el mismo de electricidad
se repelían, mientras que los cargados con tipos
diferentes se atraían, logrando un avance sobre los
estudios del italiano Cabeo un siglo atrás al considerar
que esto de debía a la presencia de cargas diferentes
(positivas y negativas).
En los Estados Unidos,
en 1752, aprovechando una tormenta, el Benjamin
Franklin elevó una cometa provista de una fina punta
metálica y de un largo hilo de seda, a cuyo extremo
ató una llave. La punta metálica de la cometa
consiguió captar la electricidad de la atmósfera, la cual
produjo varias chispas en la llave. Con este experimento Franklin
llegó a demostrar dos cosas: que la materia que
compone el rayo es idéntica a la de la electricidad, y que
un conductor de forma aguda y de cierta longitud puede emplearse
como descarga de seguridad de las
nubes tormentosas. Estas conclusiones le sirvieron para inventar
el pararrayos.
Aunque actualmente sabemos que la gran variedad de
características que poseen los rayos impide
garantizar la seguridad absoluta, la estadística señala que un edificio
sin protección tiene 57 veces más probabilidades de
ser alcanzado por una descarga que otro debidamente
protegido.
Tres décadas después, en 1780, Luis
Galvani, profesor de anatomía de la
Universidad de
Bolonia, Italia,
realizó un experimento donde observó que las patas
de una rana recién muerta se crispaban y pataleaban al
tocárselas con 2 barras de metales
diferentes. Galvani atribuyó esto a una electricidad
propia de los seres vivos. Sin embargo la explicación del
fenómeno la dio poco tiempo después Alejandro
Volta, profesor de Física de la
Universidad de Pavía, Italia, quien en 1793,
descubrió que la causa de tales movimientos se hallaba en
el paso de una corriente
eléctrica producida por los dos metales diferentes.
Después de dicho descubrimiento Volta investigó
como producir electricidad por reacciones
químicas y en el año 1800 inventó un
dispositivo conocido como la "Pila de Volta", que producía
cargas eléctricas por una reacción química originada en
dos placas de zinc y cobre
sumergidas en ácido sulfúrico. En honor a Volta se
denominó a la diferencia de potencial suficiente para
producir una corriente eléctrica como el
"voltio".
Los avances más importantes se han verificado a
partir de esta invención, ya que el hombre pudo disponer
por primera vez de una fuente continua de electricidad. Cualquier
pila de las numerosísimas que hoy en día son de uso
tan corriente, está basada en el mismo funcionamiento
ideado por Alejandro Volta.
Por otro lado, en 1820 el físico danés
profesor Hans Christian Oersted, mientras explicaba algunos
experimentos a sus alumnos, descubrió un hecho de
fundamental importancia: que toda corriente que fluye a
través de un alambre produce una desviación de la
posición ordinaria de las agujas magnéticas
próximas. Este hecho reveló a los
científicos que el paso de la corriente eléctrica
por un alambre producía un campo
magnético a su alrededor. Con ello quedaba demostrado
para la ciencia
moderna la interactividad entre la electricidad y el
magnetismo.
El alemán Georg Ohm formuló en 1827 la
famosa Ley que lleva su
nombre, según la cual, dentro de un circuito, la corriente
es directamente proporcional a la presión
eléctrica o tensión, e inversamente proporcional a
la resistencia de
los conductores.
Pocos años después (1831) Miguel Faraday
descubrió el Dinamo, es decir el generador
eléctrico, cuando se dio cuenta de que un imán en
movimiento, dentro de un disco de cobre, era capaz de producir
electricidad. Hasta ese momento la controversia entorno a la
fuente de electricidad voltaica estaba íntimamente ligada
a la electrólisis. Fue Faraday quien
desentrañó los problemas y
creó la terminología fundamental:
electrólito, electrólisis, ánodo,
cátodo, ion, que todavía se emplean hoy.
En 1879 Thomas Alva Edison, inventó la lampara
incandescente, empleando filamentos de platino alimentados a
sólo 10 voltios. Esto fue un gran avance para la
masificación del uso de la energía
eléctrica. Posteriormente George Westinghouse en 1886
montó una instalación de ensayo de
alumbrado de corriente
alterna.
Los primeros sistemas
utilizaban el circuito único de dos hilos. Nicolás
Tesla, fue el primero en preconizar un ingenioso sistema
"polifásico" gracias al cual el generador de corriente
alterna produce varias corrientes simultáneas
idénticas pero desfasadas unas de otras, el sistema Tesla
ha sido la clave de la explotación industrial de la
corriente alterna. Tesla lo dio a conocer por primera vez en 1888
y el grupo
Westinghouse no tardó en utilizarlo.
Hacia 1889 tanto en América
como en Europa se instalaron muchas fábricas y se
comenzó a desarrollar y optimizar el consumo de la
energía eléctrica, tendiéndose mejores
líneas, construyéndose centrales de
generación y perfeccionándose mejores
lámparas. Casi todas las grandes ciudades y capitales
contaban con alumbrado eléctrico, dejando de lado el
alumbrado a gas.
Merece la pena destacar un aspecto particular de la
energía eléctrica: la "interconexión", que
permite enlazar varias centrales de fuerza para
alimentar colectivamente de energía, los puntos de mayor
consumo. La primera línea eléctrica fue tendida por
Siemens en Lichterfelde, cerca de Berlín, en 1881, pronto
siguieron otras en Francia, en
Inglaterra y en los Estados Unidos.
Es conveniente también destacar que los
descubrimientos físicos de los últimos tiempos han
convencido a los hombres de ciencia de que nuestras fuentes de
energía calorífica son limitadas y habrán de
llegar a agotarse. El hombre busca ahora nuevas fuentes de
energía que nos permitan seguir generando electricidad,
factor importantísimo para el desarrollo de
la humanidad.
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